domingo, 10 de enero de 2010

Ercole Lissardi- Fronteras

Debo decir que de las tres palabras con la que se denominó a esta mesa –Géneros, escrituras y fronteras- la que me interesó especialmente es la tercera: fronteras.

En el ámbito más íntimo de mi quehacer de escritura, no diré que todo el tiempo, pero sí a menudo, me pregunto dónde está la frontera, dónde está el confín, dónde empieza lo Otro.

Como aquel militar de la película del genial Jerry Lewis que preguntaba ¿para qué lado está el frente? a menudo –pero por fortuna nunca en medio de una novela-, a menudo me siento desconcertado, pierdo pie, siento que estoy mucho más lejos de lo que quisiera de los bordes, de allí desde donde es posible atisbar, aunque sea a la distancia, los misterios y los riesgos que nos depara el desierto de los tártaros.

Para un escritor de erótica la Era de la Permisividad a que estamos sometidos es una especie de engañosa Tierra Prometida. Por un lado es cierto que aparentemente cualquier gesto parece legítimo, pero por otro lado también es cierto que, después de un buen rato de gesticular sin consecuencias aparentes, comienza uno a comprender que en realidad nos encontramos en una especie de Terra Incógnita de la que todo está por saberse, y de la que en particular está por saberse dónde demonios están los límites, dónde están los confines, para qué lado queda el frente.

Para un escritor de erótica saber dónde están los límites no es importante para poder respetarlos. Al contrario, es importante para mejor transgredirlos. El arte que no transgrede no es arte. Será otra cosa, muy importante sin duda, pero no es arte. En la supuesta era de la permisividad total el escritor de erótica descubre de pronto que tampoco es tan fácil ser un maldito, que a menudo se anda derribando puertas que ya estaban abiertas. Por eso es importante responderse a la pregunta ¿dónde están las fronteras, qué hay que hacer para atravesarlas, o mejor, empujarlas un poco más allá?

La hipersexualización, la pornografización de la sociedad ¿conduce inevitablemente al agotamiento del deseo? El fin de los platonismos, el fin de las utopías amorosas, la quiebra del paradigma del amor puro ¿arrastrará en la debacle a la íntima pulsión deseante? El robotismo consumista ¿impregnará también el dominio de la interacción sexual? Así como ha sido posible completar el mapa genético ¿será posible diseñar una cuadrícula que permita cartografiar, echar luz hasta en lo más profundo de las fuentes del Deseo? ¿habrá una ecuación tal que dadas las variables nos permita calcular cuánto, cómo y a quién mañana desearemos?

Por suerte no necesito tener respuestas para estas preguntas al sentarme a escribir, pero pienso que poder al menos plantearme las preguntas es lo que me concede la ilusión de saber para qué lado al fin y al cabo están las dichosas fronteras.

Leído en el Encuentro Nacional de Escritores, octubre 8 de 2009.

No hay comentarios:

Publicar un comentario